La Muerte Feliz

viernes, 30 de enero de 2009

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Esta es la primera novela que escribió Don Albert Camus pero él nunca quiso publicarla. Leyéndola entiende uno por qué: es un conjunto de ejercicios literarios. Digamos que la Muerte Feliz es algo así como un polígono militar de tiro al que se asiste armado, por supuesto, para entrenar y afinar la puntería, pero que claro, no es la guerra.

La verdad si algún interés de investigación, o la gana de tener el panorama completo de la obra de este autor, no le asisten, es mejor que no la lea, no vale la pena pudiendo leer mejores obras de este Argelino como: "El Extranjero", una de las más mentadas de las suyas y todo parece indicar que incubada mientras escribía esta de la muerte, o "La Caída", mi favorita.

¿Por qué les escribo de ella entonces? Imagino que lo tienen claro, porque sus temas de reflexión son la vida, la muerte y la felicidad. Además, porque en su primera parte narra un acto al que la generalidad de reseñas presenta burdamente como un mero asesinato, pero que, hermanas y hermanos suicidiarios, a mi ojo resulta claro que no es más que un refinado acto de eutanasia, o mejor, una variante del "Suicidio por Policía" a la que se me antoja llamar en este instante: "Suicidio por Amigo o Conocido"
Les adjunto una imagen de Albert

Libros suicidas

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De a poco voy a ir comentando sobre libros suicidas. También quiero hacer una descripción detallada de escritores suicidas. Creo que es mas interesante lo que puede escribir alguien cuando ya tiene en mente cometer dicho acto. Sus escritos son mas profundos, mas sinceros y con una visión que de otra forma lo la lograría.

* El libro El Club de los Suicidas fue escrito por Robert Louis Stevenson. Acá les dejo un link si lo quieren descargar.


El suicidio...

jueves, 29 de enero de 2009

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Según wikipedia, el suicidio es el acto de quitarse la propia vida. Muchas religiones lo consideran un pecado, y en algunas jurisdicciones se considera un delito. Por otra parte, algunas culturas lo ven como una forma honorable de escapar de algunas situaciones humillantes, sin escapatoria o dolorosas en extremo.

El suicidio: Evolución histórica
La actitud de los hombres ante la muerte no ha sido la misma a través de los tiempos; cuando un hombre de hoy habla de su muerte, piensa que si le fuera dado escogería una muerte súbita, sin dolor, como un leve sueño. El hombre del medioevo se sentiría aterrado de ello, porque como lo expresa el padre de Hamlet, en la famosa obra de Shakespeare, moriría "en la flor del pecado"; por eso el hombre de la edad media prefería un tiempo de arrepentimiento y de balance de sus deudas con Dios y con los hombres, inclusive en las oraciones medievales se rezaba "líbranos Señor de la muerte repentina".

"Las antiguas civilizaciones sacralizaron la muerte, la domesticaron, queriendo restarle dramatismo e integrarla en un sistema de ritos y creencias que tenían por objeto convertirla en una etapa más del destino, por ello, rechazaban y condenaban el suicidio: el cuerpo del suicida era castigado, arrastrado por el suelo, y no tenía derecho a ser sepultado en la Iglesia... solo en el caso del soldado vencido que se suicidaba por honor, o de otras formas de suicidio como el duelo."

En sociedades donde la sacralidad era la cosmovisión vigente, es lógico que el comportamiento suicida se rechazara, pues el hombre no tenía permitido modificar su destino, que estaba en las manos de Dios, tampoco se le reconocía al ser humano el derecho de imponer a la sociedad la presencia intempestiva de la muerte por una decisión personal, una sociedad así, no permitía que el individuo la forzara moralmente ni a ella ni a Dios.

El suicidio ha estado ligado a la humanidad y sus costumbres: los mayas, según refiere la historia, veneraban a Ixtab, la diosa del suicidio, y, en el Lejano Oriente, los japoneses se hacían el "harakiri" para lavar la deshonra.

El suicidio era, tiempo atrás en occidente, algo vergonzoso para la familia; era sinónimo de debilidad, de enfermedad, de conducta inadecuada y por ello pocos o casi nadie lo daban a conocer. Actualmente las cosas son distintas, ya que este acto se ve como un síntoma de enfermedad y se acepta, se denuncia, lo que ha aumentado las cifras de manera alarmante. Es un problema en el que parece haber consenso entre sociólogos, psicólogos, psiquiatras, antropólogos y demógrafos, cuando lo consideran como un rasgo de la modernidad, uno de los males del siglo.

Visión sociológica del suicidio
El sociólogo francés Emile Durkheim en su obra El suicidio (1897), señala que los suicidios son fenómenos individuales, que responden esencialmente a causas sociales. Las sociedades presentan ciertos síntomas patológicos, ante todo la integración o regulación social ya sea excesiva o insuficiente del individuo en la colectividad. Por tanto el suicidio sería un hecho social.
Durkheim comienza su estudio en 1835 con una definición de suicidio como: Todo caso de muerte que resulta directa o indirectamente de un acto positivo o negativo realizado por la víctima misma, y que, según ella sabia, debía producir este resultado. Ejemplo de un acto positivo: dispararse en la cabeza; ejemplo de un acto negativo: rehusar a ingerir cualquier medicina hasta dejarse morir.

Durkheim distingue cuatro clases de suicidios:


* Suicidio egoísta típico de sociedades deficientes o carencia de integración social.
* Suicidio anómico característico de falta de regulación social (anomia), o sea, las normas sociales no son interiorizadas como propias por parte del individuo.
* Suicidio fatalista cuando existe un alto grado de regulación social.
* Suicidio altruista característico de sociedades con alto grado de integración social.

Primer post

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Este blog nace ante la urgente necesidad de buscar una solución, una respuesta (aunque sé que no la encontraré) al instante supremo. A ese deseo de “En un instante suprimir todos los instantes”. El último momento antes de abolir con uno mismo.
No pretendo salvar a nadie, ni a empujarlo hacia el abismo. Solo soy uno más que debe cargar sobre sus espaldas la insoportable carga del hastío, el tedio y el incansable pensamiento de autodestruirse.
Luego de encontrarme con este aforismo de E. Cioran: “Quien no haya concebido jamás su propia anulación, quien no haya presentido el recurso a la cuerda, a la bala, al veneno o al mar, es un recluso envilecido o un gusano reptante sobre la carroña cósmica.” Recupero la tranquilidad de saber que no soy un extraño por las sensaciones que vivo a diario.